
Experimentas, arriesgas, sufres, disfrutas, ríes y lloras. Sin embargo nos olvidamos, cada día, de lo más importante... hay que intentar ser feliz
Cuando entramos en las grandes ligas la cosa cambia. Lo que antes era tan simple como jugar a vivir, se transforma en vivir jugando. Las relaciones se vuelven complejas, complicadas. Lo que antes se resolvía en rabietas y 10 minutos de morros se convierte en barreras insalvables que distancian a la gente.
No sabemos comunicarnos porque cada uno tiene su propio lenguaje. Intentamos escudarnos en la ironía, la ambigüedad o el humor para esconder lo que realmente queremos decir... si luego sale mal siempre tienes una red de seguridad para evitar que la caída sea demasiado dura.
A veces creo que nos hemos reducido a sombras que difuminan nuestras reales intenciones, nuestros verdaderos sentimientos. Nuestros miedos e inseguridades nos impiden mostrarnos tal y como somos... así que optamos por el fantasma, la sombra, la máscara.
Tengo ganas de poder hablar sin tener que dar explicaciones, equivocarme y no tener que buscar excusas... pero bueno, supongo que hay que seguir en este juego que es la vida y jugar mientras valga la pena. Es un juego exigente, diario e implacable..., no atiende a lógicas ni razones. Pero así es la vida.
Seguiré jugando, ¡qué remedio!, pero intentando recordar lo más importante de todo: ser feliz es lo que hace que jugar valga la pena.
Cuando entramos en las grandes ligas la cosa cambia. Lo que antes era tan simple como jugar a vivir, se transforma en vivir jugando. Las relaciones se vuelven complejas, complicadas. Lo que antes se resolvía en rabietas y 10 minutos de morros se convierte en barreras insalvables que distancian a la gente.
No sabemos comunicarnos porque cada uno tiene su propio lenguaje. Intentamos escudarnos en la ironía, la ambigüedad o el humor para esconder lo que realmente queremos decir... si luego sale mal siempre tienes una red de seguridad para evitar que la caída sea demasiado dura.
A veces creo que nos hemos reducido a sombras que difuminan nuestras reales intenciones, nuestros verdaderos sentimientos. Nuestros miedos e inseguridades nos impiden mostrarnos tal y como somos... así que optamos por el fantasma, la sombra, la máscara.
Tengo ganas de poder hablar sin tener que dar explicaciones, equivocarme y no tener que buscar excusas... pero bueno, supongo que hay que seguir en este juego que es la vida y jugar mientras valga la pena. Es un juego exigente, diario e implacable..., no atiende a lógicas ni razones. Pero así es la vida.
Seguiré jugando, ¡qué remedio!, pero intentando recordar lo más importante de todo: ser feliz es lo que hace que jugar valga la pena.
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