25 mar 2007

AROMAS NOCTURNOS

Cierro los ojos y recuerdo, tranquilo, cuando te despiertas a mi lado sonriendo, somnolienta, dulce. Recuerdo tu pelo que cae graciosamente sobre mi brazo. Recuerdo tus ojos, tus pequeños ojos, como apenas entreabiertos se dirigen a mí para decirme, sin sonidos, buenos días.

Cierro más mis ojos y oigo tu respiración suave, apenas un murmullo, que ronronea apaciblemente, descansada. Me abrazas suavemente mientras te acaricio la nuca, mientras mis manos juguetean graciosamente con tu pelo, con tu espalda... tu cuerpo es para mí un universo infinito que explorar, un mapa que reseguir con mis labios, respirándote, descubriendo tus más ocultos secretos.

Te deseo y te extraño, porque no estas aquí, junto a mí. Pero... sí lo estas. Siempre lo estas. Cuando te añoro cierro los ojos con más fuerza y tu aroma me envuelve, se filtra por mi piel, me embriaga, me emborracha, me deja sin respiración.

Es esa fragancia única, tuya, la que me acompaña en las largas noches de soledad. Ese perfume que emanas, que me dejaste compartir, el que ahora te une a mi pensiero. Es ese secreto que un día me diste el que me tiene encarcelado en una jaula sin barrotes.
Te recuerdo por ese aroma que dejaste en mi corazón, esa fragancia que inhalé al besarte la primera vez, ese perfume que acompaña mis mañanas. Así que te dedico estas palabras a ti: que hueles a flor de cerezo como decía el cuento; que hueles a fresca primavera; que hueles a húmedo verano; que hueles a magia de otoño; que hueles a calor invernal. Para ti, que me dejaste tu aroma nocturno y nunca se marchó, estas necias palabras que escribe mi torpe corazón.

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