Los viajeros tenemos el lujo de atravesar un país y elegir lo que vemos... eso nos puede llevar a no tener ni idea de dónde hemos estado.
Lo único permanente es, curiosamente, lo que más cambia... el viajero se transforma, crece o se envilece, pero nunca queda indiferente a la experiencia de encontrarse ajeno a todo, extraño..., pero a la vez en casa.